Dell' Attore: ¿Cómo es eso de actuar tu propio texto?
Sol Rodríguez Seoane: Y eso fue porque cuando yo empecé a escribir Body Art en agosto de 2005 a partir de una consigna en el taller de Lola Arias, que fue “escriban un diálogo”, lo que es raro porque los personajes dialogan pero en tercera persona, luego la desarrollé, hice la muestra en 2006 y dio muy buen resultado. En ese momento, Lola me dijo que no podía actuar, dirigir y escribir a la vez. Entonces yo elegí mirar pero ya habíamos quedado en que después yo actuaba. Fue todo desde el principio bien pautado eso. Yo lo quería actuar, quería actuar ese texto y con María Colloca.
D. A.: ¿En qué momento se incorpora Miguel Israilevich?
S. R. S.: En octubre de 2007 empezamos con la dirección de él. Él diferenció los personajes claramente, mucho desde la actuación. Cuando él llegó, si bien tuvimos nuestros encontronazos con Miguel, yo decidí ceder. Porque yo no la dirijo, la dirige él, que él decida. Aparte es realmente bueno haciendo eso. Lo que hizo con la actuación nuestra... si él no hubiese estado... ¿Sabés que pasaba? Hay una tendencia muy grande en el teatro al no acting, a flotar en el espacio y al “yo soy así”. Mucho cuerpo sin conflicto. Y de alguna manera el texto podría hacerse así, pero Miguel nos dijo “No, ustedes son actrices; tienen que tener algo”. Entonces ahí empezamos a diferenciar claramente a los personajes. No se puede decir que nosotras no actuamos. Desde ese punto de vista, es una decisión. Es mentira, es ficción. Body Art habla del tipo de obras que pretende no ser ficción, del tipo que dice “esta es la vida real, esto es lo que nos pasó”. Yo no estoy de acuerdo con ese tipo de teatro. Me parece bien que esté pero yo no estoy de acuerdo porque es más interesante la ficción. Lo real es plano, es así. En cambio, la ficción tiene tres dimensiones. En Body Art aparece la idea de hacer de la vida personal una obra de arte, no? Sí, pero la diferencia es que todo es inventado. Y también por eso, María aparece con peluca y nosotras nos vestimos así. La verdad que el vestuario re ayudó, porque sino seríamos muy nosotras.
D. A.: ¿Cómo surgieron los personajes de Body Art?
S. R. S.: Ya en un primer momento la idea de una discípula y una maestra salió de muy adentro. Yo estaba en un período en el que estaba tratando de salir de ser una estudiante y empezar a hacer. Sí había actuado, yo cantaba en un coro, estuve en el Teatro Argentino de La Plata... Pero una obra de teatro independiente no había hecho nunca. Me enfrentaba al IUNA, que te obliga a veces a hacer materias con gente que vos no quisieras estudiar y por suerte tuve a Silvina Sabater. A mí me encantó estar con ella. Eso fue en 2005, el mismo año en que empecé a escribir Body Art. Pero más que nada tomé como referente a Lola Arias, por más que a mí no me ahora no interesa saber nada en relación al biodrama o al teatro documental. Ella es muy buena docente. Pero en ese momento, yo vi que ella podía vivir de escribir, de dirigir, que daba sus clases. Y me di cuenta que yo también quería algo así. Como si hubiese tenido la percepción física de lo que quería. De alguna forma, en la relación maestra-discípula, había algo en mí que resonaba en la discípula también. Desde siempre, recuerdo muchos, muchos maestros. Desde la primaria. Me acuerdo tenía diez años y mi maestra me decía: “Mirá, vos tenés que escribir sobre el renglón y tenés muchas faltas de ortografía”. El hecho que me marque mi dificultad hizo que... después de eso me empezara gustar a estudiar. Me mandaron al Colegio Nacional Buenos Aires y no tengo un recuerdo de sentirme presionada. Nunca me sentí mal. Mucha exigencia en el ingreso pero después no. Está bueno exigirse pero por ahí esta difícil para la actuación. Uno quiere que le salga bien pero si uno sabe cagarse de risa: ¡cuánto me exijo! La caída es grande pero está bueno caer...
D. A.: ...Y amigarse con el error.
S. R. S.: Sí, absolutamente eso. En el colegio mucho no decíamos cuando no sabíamos, cuando no entendíamos. Tratábamos de saber, tratábamos de saber. A veces no entendía nada y estaba ahí haciendo fuerza con la cabeza.
D. A.: Ahora das clases. Te toca estar del otro lado...
S. R. S.: Sí. Está lindo, me encanta dar clase. No creo que deje nunca. Empecé ahora porque quiero tener experiencia y se lo dije a mis alumnos. Me da mucho placer cuando veo que puedo ayudar a alguien. Al principio sí me daba un nervio. La primera clase que di, después vomité. Igual el año pasado tenía pocos alumnos, este año por suerte son más. Y soy la más barata de Alternativa Teatral. Ése es mi gancho. ¡Ja, ja! No. Si se quedan es por otra cosa.
D. A.: ¿Qué dificultades aparecen en la escritura teatral? ¿Qué problemas ves en tus alumnos?
S. R. S.: A mí me parece que todos tienen potencial. No puedo decir que tal no. Lo que sí noto es que los que no avanzan es porque no quieren resignar partes del texto. O no pueden superar la traba. Hay un momento en la escritura en el que vos te trabás y odiás el material. Es común. Es normal. Si lo sabés, seguís adelante. Me pasó con Body Art. Yo no sabía qué carajo hacer. Y fue chocar contra una pared. En la obra, el souvenir “El accidente” fue eso: ¡Dale! ¡Que avance el texto! Hay un momento malo. Un momento en que uno descree. Y hay algunos que no lo pueden superar y abandonan. O el texto o la clase. Si abandonan el texto, no es tan grave. Porque siguen con otro. No hay problema. Hay varios ejercicios.
D. A.: ¿Cómo crees que se superan esas trabas?
S. R. S.: Con la fuerza de voluntad de cada uno. Tengo un alumno, que me di cuenta que era muy, muy vago. No con la escritura. Poco preciso, no era bueno puntuando. “Mirá, tenés que puntuar. Una vez que puntúes bien y pongas bien los acentos, algo va a pasar”. Y evidentemente, sí. Su material está bueno y es bárbaro. Y eso depende de cada uno. Yo no soy más que una persona con quien compartir. Yo te doy pautas. Yo les digo “A mí me parece esto, por ahí después te digo lo contrario, pero probemos”. Voy con ellos. Yo no sé a veces y yo se los digo. No me parece ponerme en un lugar de “Mirá, esto es lo que vos tenés que hacer”. Los que más trabajan son los que más salen adelante. Aunque vos veas que les cuesta mucho entrar en su imaginario. Si trabajan, si siguen las devoluciones, no hay ninguna razón... Lo que pasa es que a veces es doloroso. Tenés que enfrentarte con tus propias cosas.
D. A.: ¿Recordás algún momento de esos, de terrible duda?
S. R. S.: Sí. Yo recursé tercer año en el IUNA. No pegaba pie con bola. No sé. No me salía nada. Era un fracaso. Me sentía mala actriz. Sentía que estaba haciendo una carrera en donde la materia troncal era actuación y me estaba yendo mal. Me sentía mala. Mala. Pésima. No iba a poder. Realmente un no poder, y a mí me cuesta mucho aceptar eso, “eso no”. Porque yo soy muy de “sí, sí, sí”. Y de pronto no. Estuve muy deprimida. Estuve mal una semana. Sentía que no tenía nada de qué vivir. ¿Qué iba a hacer? Hablé con María Colloca. Eso me dio esperanza. La misma Silvina Sabater me dio su apoyo. Y me calmé. No esperando nada. Con nada para perder. No teniendo ninguna expectativa. Me empecé a ocupar de ese momento. Nada de andar tratando de resolver algo cuando no estoy trabajando. ¿Para qué? Actuás cuando actuás. Cuando actuás, te ocupás. Es tan relajante no pensar nada. Confiar en que sale. A mí me cuesta un poco confiar en mí. Pero en ese momento se sentía mucho placer. Podía pasar cualquier cosa. No importaba. Y con Body Art también me pasaba. A veces cambiamos cosas. Vamos probando en el momento, en la misma función. Por suerte, Miguel nos deja.
D. A.: ¿Crees que Body Art tiene un humor que lo disfrutan más las los artistas?
S. R. S.: Sí. Igual ha venido a verla gente que nada que ver y también le ha gustado. Se han entretenido. Es una obra que los artistas la van a disfrutar mucho. Ahora no me parece críptica, que no se entienda. A mí me gusta que tenga una historia que cuente. Hay gente que no. Para mí sí. Que haya algo que se cuente.
D. A.: ¿Querés gustar?
S. R. S.: Sí, más bien. ¿Qué no? Por algo soy actriz también. Todo el primes mes yo no sabía si Body Art funcionaba o no. Yo salía con un pánico, con una paranoia terrible.
D. A.: Pero tenías un premio que te respaldaba.
S. R. S.: A nivel textual. Pero después, todo lo demás es otra cosa. La primera función, todo lindo. La segunda salió rara: yo desconfié mucho de mí. Pero después, ya no. Me tranquilicé. Hubo algunas funciones que salieron mejor que otras. Ya no me importaba. La obra empezó a rodar. Y gustaba. Y me gustaba eso. Ahora extraño hacer funciones. Lo disfrutábamos mucho con María, Ramiro y Miguel. Es lindo tener un grupo así. Al principio no sabíamos nada. Ellos me bancaron. Eso esta buenísimo. Confiaron en el proyecto. Con Elkafka también nos llevamos muy bien.
D. A.: ¿Cómo llegan a la sala de Elkafka?
S. R. S.: Nosotros presentamos la carpeta, ya teníamos el premio, y un día nos llama Rubén Szuchmacher. Él daba por sentado que ya estaba. Nosotros le dijimos “bueno”. Teníamos una sala, que era complicado conseguir. Y nos dio la sala y no vio ni un ensayo. No vio nada. Yo le envié el texto. Creo que lo leyó. No sé por qué nos dio el espacio. Creo que le gustó la obra. No sé qué le pasaba. Yo siempre le agradecí por confiar en nosotros sin ver nada. Y no se la esperaban por ahí que duráramos tanto. Nosotros empezamos a darle a la difusión de una manera bárbara. Y se empezó a correr la bola. Yo lo que sentía las primeras funciones es que era a todo o nada. Me lo decía: “Hacelo bien. Ponelo todo”. Era consciente que quería que la obra saliera bien. Porque al gustar a tantas personas, trae gente eso. Era una situación muy presente de lo que realmente queríamos. Queremos que la obra se difunda y le vamos a dar todo. Tuvimos días con poco público pero como no nos sacaban de la sala y lo que queríamos era seguir... Miedo a que Elkafka nos quiera sacar, tenía yo. Pero como no nos decían nada.
D. A.: ¿Te cuestionás para quién hacés teatro?
S. R. S.: Para todo el que quiera verlo, para el que esté ahí, para cualquiera. A mí me interesa que todo el mundo pueda verlo, a mí como creadora no me gusta que no sea así. Todo tiene que ver con la comunicación, con poder comunicarse. Lo que me importa es que se pueda disfrutar. Se trata de la relación entre personas. Y es también una energía, una cosa política. Con esto hice mi tesis de la licenciatura.
D. A.: ¿Cómo ves la política teatral del gobierno de Buenos Aires?
S. R. S.: Nosotros como país estamos bien jodidos. Por ahí el año que viene no tenemos leche. No digo que sea una cosa más importante que la otra. Pero veo que están faenando a las vacas lecheras. Vi el documental de los trenes de Pino Solanas... Un millón de personas emigradas... Y después leo entrevistas donde la gente de la cultura dice que no hay mucho dinero, que los subsidios tampoco alcanzan. Ahora, la realidad es que a mí me gusta Buenos Aires y me gusta la Argentina. Si me dan poco dinero, lo hago con poco dinero pero...
D. A.: Si me dan más...
S. R. S.: Lo hago con más. Lo hago con el mismo dinero y me lo guardo. Me entrenaron para usar poco dinero, ahora viste... Me parece que no se necesita tanta plata. ¿Es injusto que los actores no cobremos? Se le paga al que hace la escenografía, se le paga al que hace el vestuario, se le paga al que hace la iluminación y no se le paga a los actores. Hay algo raro ahí. En la idea del actor que no cobra, el director que no cobra. Yo estuve pensando mucho y todavía no llegué a ninguna conclusión. Es un medio de producción que está establecido así. ¿Se puede cambiar? No sé. Yo primero voy a esperar a estar bien adentro. Después, cuando esté bien adentro, por ahí puedo estallar, pero no es ahora el momento.
D. A.: ¿Qué sería estar bien adentro?
S. R. S.: Cuando ya me sienta segura en el medio. Cuando diga: hago una obra, viene gente.
Lo que será dentro de mucho tiempo. Pero ahora me tengo que adaptar a lo que hay. ¿Es esto?, yo lo hago. Siempre y cuando no lo crea poco ético. Me parece que no es quejándome que voy hacer algo. Y no digo que yo quiera ser presidenta del Instituto Nacional de Teatro y mandarlos a todos a la mierda. No es eso. Porque no crea que lo sea nunca. Porque aparte no me interesa. Me interesa dirigir, actuar, escribir. ¿Por qué los actores no cobramos? No sé. Porque usamos mucho tiempo cuando ensayamos. Somos los que más ponemos, junto con el director. Somos los que nos reunimos cada vez. Yo te digo si alguna vez tengo dinero, lo primero que voy a hacer es pagar los ensayos. Siempre pensé eso. Yo los pagaría.
D. A.: ¿El medio teatral es individualista?
S. R. S.: No sé. Hay de todo. Yo nunca voy a defenestrar. Lo que me pone mal es esa gente que tiene que hablar mal de otra gente para sobresalir. Gente que vive hablando mal de los otros tipos de teatro. Van a ver obras y las critican un montón. Se creen que son los únicos que tienen el derecho a hacer teatro. A mí no me interesa eso. Además yo sé que tengo algo que quiero decir. Como si yo sintiese que tengo un camino personal. Ahora escribí otra obra, que no es parecida a Body Art. Toda situacional, que no es nada graciosa. Tengo una búsqueda. Pinter lo decía y yo estoy de acuerdo: “La obra siguiente que escribo sale a partir de la anterior”. Y de alguna forma a mí me pasa eso. Hay cosas que me cuestiono de Body Art y entonces voy a buscar al próximo texto. Y seguramente de éste iré a otra parte. Pero no es que tengo un modelo. Body Art es un resultado de haber visto muchos “Open House”. Como Open House una obra genial, que ha sido repetida hasta el infinito. Y Body Art tiene eso, tiene un resabio “Open House”, pero ya completamente dado vuelta.
D. A.: ¿Qué cosas estás yendo a buscar a esta nueva obra que estás trabajando?
S. R. S.: Estuve investigando mucho acerca del conflicto dramático. Y me concentré en eso. En los arcos de los personajes, en cómo los personajes cambian, en dónde empiezan y dónde terminan. En las acciones físicas. Es una obra donde está el cuidador, el niño de la casa y la mujer, que llegan a la casa en Ostende. No es que está el público. Lo va a estar pero no se habla en ningún momento del público. Es una obra muy situacional en donde estoy indagando en el silencio. Ya hablaron tanto los personajes de Body Art, que ahora tengo que indagar más en lo que no se dice. Ya en Body Art, tuvimos que construir mucho lo que no se dice porque se dice tanto, que ¿qué es lo que no se dice? ¿Qué no estamos diciendo? Que es lo único que se sostiene a nivel actuación. Para poder ocultar, y es tan lindo ocultar. De alguna forma, mi blog tiene que ver con el movimiento contrario, que era un movimiento anterior mío. Un movimiento de salida. En cambio ahora, estoy viendo cómo no decir, cómo decir no diciendo. Y la nueva obra es todo el tiempo eso.
D. A.: ¿Por qué en tu blog te llamás La gaviota?
S. R. S.: Por la obra de Chéjov. Me encanta, me encanta. Nunca la hice, pero la vi. Porque también me gusta esto de la gaviota, de la mina que sabe resistir. Más con Nina que con Treplev. Soy feliz, sé cual es mi vocación.
D. A.: Siendo el teatro un arte tan efímero, ¿cómo te relacionás con la muerte?
S. R. S.: En algún momento se va a terminar todo. Vivimos mucho pero al final somos una fecha de nacimiento y una fecha de muerte en el calendario. Me parece que está bueno ser consciente de eso. En el teatro, más aún, no tenemos registro de nada. Desde nunca. Siempre se hizo teatro y nunca hubo registro casi. Sólo el texto, pero el texto es realmente una mínima parte. No creo que haya forma de transmitir eso, más que por la práctica. Al estilo de los orientales, que han sabido mantener mejor su cultura. Está muy ligado al presente, a lo que está ahora. Ése es el problema. No actuás igual según lo que pasó ese fin de semana. No es lo mismo. Cambia tanto cómo resuenan las cosas. Tiene que ver tanto con las relaciones humanas. Con el decir. Con el comunicar, lo que te decía antes. Me gusta mucho poder comunicarme. El esfuerzo de entrar en contacto. Por decir: ¡podemos hablar! El teatro para mí es así. El público también te habla por más que no te diga nada. (Silencio) Por ahora vivo. Cuando me tenga que morir... No me preocupa tanto. Es raro. Está bueno también; es un cambio más. Es como pasar a otro lado. Es un paso. Y si ya te cuesta dejar la obra, dejar la carrera... Para mí tiene que ver con dejar que se vaya.
Textos: Diego Manara
Fotos: Manier Dagoa
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