La nada es la ausencia de las cosas. Pero La ausencia de todas las cosas no es la nada. Es la representación teatral de la nada. Tarea realmente difícil de llevar a cabo pero que Gabriela Bianco logra con acierto en la puesta en escena del texto de Alejandro Turner.
En vano la mente humana intenta comprender la muerte o lo que hay más allá de ella. Pero no sólo de reflexiones metafísicas habla el espectáculo. Sino también de los mecanismos de la muerte. Y dos de los más polémicos y actuales: la eutanasia y la pena de muerte. Dos métodos aparentemente disímiles en sus motivaciones y usos. Pero que sin embargo, no dejan de tener en común el hecho de que ambos son maquinarias asesinas. Las analogías son varias en la puesta, desde el uso escenográfico del espacio hasta la presencia de los mismos personajes en ambas situaciones. Es el humor – el negro – el que funciona como fuerte bisagra, articulando las partes de la obra y evitando la pesadez del tema.
En ese difícil tránsito navegan los actores, cuyas labores crecen en solvencia dramática a medida que transcurren las escenas. Evelia Romano se desliza ágil y precisa por entremedio de sogas sosteniendo un discurso casi siempre al límite del formalismo pero se mantiene firme hasta el final. Por su parte, Mariano Miquelarena – a quien ya habíamos visto lucirse en otro dúo, en la obra La China – y Mario Petrosini construyen los momentos de humor del espectáculo con el ritmo y el tempo exacto de la comedia. La presencia escénica de ambos se potencia cuando toman de punto al patético sacerdote, que muy bien interpreta Ángel Félix. Justas actuaciones para un texto que los lleva de un lado a otro de las emociones y, aunque eso les impida alcanzar las notas más altas de la interpretación, logran transmitir esa sensación de vacío que implica el sentirnos seres tan efímeros.
Y en ese afán de pensar lo impensable – el no-tiempo, el no-espacio –, el hombre ha creado muchas imágenes especulativas. El arte tiene la libertad creativa que quizá le permita alcanzar el conocimiento que ni la ciencia ni la religión han podido obtener hasta ahora. Mientras que La ausencia de todas las cosas tiene el desafío de lograr una comunión con los espectadores ávidos de ese conocimiento.
En vano la mente humana intenta comprender la muerte o lo que hay más allá de ella. Pero no sólo de reflexiones metafísicas habla el espectáculo. Sino también de los mecanismos de la muerte. Y dos de los más polémicos y actuales: la eutanasia y la pena de muerte. Dos métodos aparentemente disímiles en sus motivaciones y usos. Pero que sin embargo, no dejan de tener en común el hecho de que ambos son maquinarias asesinas. Las analogías son varias en la puesta, desde el uso escenográfico del espacio hasta la presencia de los mismos personajes en ambas situaciones. Es el humor – el negro – el que funciona como fuerte bisagra, articulando las partes de la obra y evitando la pesadez del tema.
En ese difícil tránsito navegan los actores, cuyas labores crecen en solvencia dramática a medida que transcurren las escenas. Evelia Romano se desliza ágil y precisa por entremedio de sogas sosteniendo un discurso casi siempre al límite del formalismo pero se mantiene firme hasta el final. Por su parte, Mariano Miquelarena – a quien ya habíamos visto lucirse en otro dúo, en la obra La China – y Mario Petrosini construyen los momentos de humor del espectáculo con el ritmo y el tempo exacto de la comedia. La presencia escénica de ambos se potencia cuando toman de punto al patético sacerdote, que muy bien interpreta Ángel Félix. Justas actuaciones para un texto que los lleva de un lado a otro de las emociones y, aunque eso les impida alcanzar las notas más altas de la interpretación, logran transmitir esa sensación de vacío que implica el sentirnos seres tan efímeros.
Y en ese afán de pensar lo impensable – el no-tiempo, el no-espacio –, el hombre ha creado muchas imágenes especulativas. El arte tiene la libertad creativa que quizá le permita alcanzar el conocimiento que ni la ciencia ni la religión han podido obtener hasta ahora. Mientras que La ausencia de todas las cosas tiene el desafío de lograr una comunión con los espectadores ávidos de ese conocimiento.
LA AUSENCIA DE TODAS LAS COSAS
De Alejandro Turner
Con Evelia Romano, Mario Petrosini, Mariano Miquelarena y Ángel Félix
Dirección: Gabriela Bianco
Asistencia: Natalia Tesone
Escenografía y Vestuario: P. Langan y N. Svoboda
Música Original y Banda Sonora: Leo Caruso
Diseño de Iluminación: Ricardo Sica
Con Evelia Romano, Mario Petrosini, Mariano Miquelarena y Ángel Félix
Dirección: Gabriela Bianco
Asistencia: Natalia Tesone
Escenografía y Vestuario: P. Langan y N. Svoboda
Música Original y Banda Sonora: Leo Caruso
Diseño de Iluminación: Ricardo Sica
Teatro El Cubo - Capital Federal
Diego Manara
1 comentario:
Vi el estreno de la obra y tu crítica Diego refleja fielmente lo que el espectador siente. Agregaría que tanto autor como directora y actores logran un equilibrio entre humor y dramatismo que, a mi entender, es la clave para que uno se sienta "parte" y salga de allí llevándose "algo", pues este equilibrio es el que guarda la vida misma. Realmente una obra recomendable.
Fernando Alonso.
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