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La circularidad en dos puestas del Complejo Teatral Buenos Aires - Crítica

El círculo es un símbolo de mucha significación. Ha sido utilizado desde tiempos remotos para referirse a la perfección del universo, a lo eterno. Hoy el teatro, el efímero, lo utiliza como herramienta del pensar y del actuar. ¿Cómo el actor se relaciona con la circularidad?
En Medea, los actores trabajan sobre un escenario circular. Éste aparece demarcado con líneas de luces que lo marcan, lo delimitan. El corifeo en su rol de cuasi demiurgo opera asimismo trazando líneas entre los actores, ubicándolos con precisión en el espacio. Sin embargo, no son más que movimientos que se inscriben dentro de la circularidad de la puesta. No hay un único frente desde el cual los actores ubican al público, sino que los espectadores parecen rodear la escena, involucrándose. El espacio de la sala Casacuberta, sin duda, es más que propicio para montar una tragedia griega. Su disposición tiene ese cáracter semicircular de los anfiteatros de la Antigua Grecia. De este modo, el trabajo actoral requiere de un gran dinamismo y ubicuidad. Los puntos de referencia se modifican todo el tiempo. El coro avanza y retrocede. Se abre y se cierra. Los personajes giran sobre su eje o alrededor de un punto. En líneas rectas o curvas. Es más, aún cuando los cuerpos permanecen en el lugar, la que se desplaza es la voz. Los actores necesitan que sus espaldas hablen, proyectando sus palabras hacia todos los sentidos. Por otro lado, también puede asociarse el círculo con el ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, la vuelta al principio. Algo a considerar en el por qué montar hoy una tragedia de Eurípides.
En Coquetos Carnavales, los actores trabajan en un escenario a la italiana, utilizando todos los espacios del Teatro Sarmiento. Aquí, también hay un coro. Pero este coro que aparece y desaparece, que se arma y desarma, es casi siempre respecto a un punto fijo. Espacialmente, predominan las líneas rectas. Hay sin embargo, un quiebre dentro del mismo espectáculo. Los personajes dejan sus vestuarios claroscuros, la escena adquiere color, dinamismo y circularidad. Es un asesinato en clave de "catch" con luchadores enmascarados. Sin embargo, el carácter circular de Coquetos Carnavales no se ve tanto en su espacialidad, como en su idea dramatúrgica. Lo que Cano propone es una visión de la historia argentina en la que los hechos suceden en forma cíclica. Lo que en el trascurso del espectáculo se insinúa oscuramente, al final, se clarifica. En la última escena, esa que resume la obra, la idea de que giramos siempre sobre lo mismo se concreta en varios signos. Y el motor que dinamiza esa circularidad es la violencia. Violencia que también es protagonista en Medea, pero en otro contexto. Aquí, la historia es sucesión de muertes, traiciones y canibalismo de líderes.
Ambas puestas plantean aspectos que tienen al círculo como elemento constituyente. Ambas en el mismo Complejo Teatral y presentándose en forma simultánea.


Medea
Elenco: Cristina Banegas, Daniel Fanego, Tina Serrano, Héctor Bidonde, Analía Couceyro, Sandro Nunziata, Omar Fantini, Martín Kahan, Luciano Ruiz, Valentino Alonso, Susana Brussa, Coni Marino, Verónica Santángelo, Pochi Ducasse, Armenia Martínez.
Música: Carmen Baliero
Iluminación: Leandra Rodríguez
Vestuario: Mini Zuccheri
Escenografía: Juan José Cambre
Versión de Medea de Eurípides: Cristina Banegas y Lucila Plagiai
Dirección: Pompeyo Audivert


Coquetos Carnavales
Elenco: Pablo Caramelo, Gabriel Molinelli, Marcelo Mininno, José Luis Arias, Mauricio Minetti, Germán De Silva, Diego Starosta, Claudio Martínez Bel, Nacho Vavassori, Alejandro Catalán, Carlos Weber, Miguel Israilevich.
Músico: Tian Brass
Iluminación: Eli Sirlin
Escenografía y vestuario: Gabriela A. Fernandez
Dramaturgia y dirección: Luis Cano

Diego Manara

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